domingo, 22 de febrero de 2015

Para inglés presione 1


Me dediqué y de manera extensa, en mi última entrada a hablar sobre los caribes y su contínuo bullying contra los latinos, principalmente en lo que respecta al tema de hablar en español; sin embargo, esta conducta, no es algo que provenga únicamente de ellos, aunque quiero aclarar que no estoy presentando a los latinos, como la víctima del crucero (porque la palabra paseo no cabe aquí), pero sí deseo contarles una historia bastante peculiar que me ocurrió durante la estancia a bordo y que nada tuvo que ver con enfrentamientos culturales.

El tipo en cuestión de alta posición en la compañía, europeo, era de esos a los que el cargo se le había subido a la cabeza y tenía por costumbre andar por todo el navío con esa actitud fastidiosa de 'soy el rey del barco', que ni siquiera igualaba a la de algunos pasajeros con más de 80 cruceros o con cabina presidencial. Físicamente medía más de 1.80, era robusto sin ser atlético ni estar en forma, y en su aspecto general, me recordaba a Bane, el villano de 'Batman The Dark Knight Rise', pero sin la máscara.

Mis interacciones con él habían sido las mínimas de cortesía, hasta que una mañana mientras el barco estaba atracado en una de las islas más entretenidas del crucero, me fui como de costumbre a comprar un café en una de las tiendas del área de pasajeros. La tienda era atendida por un latino, que para redondear era originario de mi mismo país, su administrador otro latino y obviamente, al ser todos 'Spanish People', hacíamos buena sintonía y las bromas de costumbre. Aquel día el barco se encontraba prácticamente vacío, porque la mayoría de los pasajeros habían decidio irse fuera a disfrutar del calor y el buen sol de la isla, por lo que al llegar a la tienda y encontrar que no habían pasajeros a mi alrededor, me sentí aún más en confianza para hablar sin problemas en mi idioma originario. 
Con lo que yo no contaba, era con que inmediatamente detrás de mi aparecería el susodicho personaje, acompañado de su esposa y hablando tranquilamente en su idioma, a lo que en aquel momento no le presté demasiada atención. Por la actitud propia del sujeto, cabe aclarar que no era precisamente popular entre el grueso de la tripulación, de manera que a su saludo de cortesía, todos sin excepción, (incluyendo a otro europeo que se encontraba realizando un mantenimiento en las máquinas de pago) lo saludamos por educación, pero sin demasiado entusiasmo. Acto seguido, el sujeto le hizo al europeo una pregunta obvia, a lo que el otro le respondió con una respuesta aún más obvia y entonces mi paisano me preguntó en un bonito castellano y con su amable sonrisa de costumbre.

-Hola linda ¿qué deseas hoy?-

-Capuccino gigante, con adicional de sabor a vainilla.- le respondí con sonrisa también.

-Perfecto, hoy estamos realizando un mantenimiento a la máquina de pago, por lo que voy a necesitar que me firmes esta factura.- Me dijo mi amigo, mientras rellenaba y me pasaba un pequeño papel.

-¿Dónde firmo?- pregunté, estando poco habituada al procedimiento.

-En donde está la 'X'.- Me respondió mi paisano.

Acto seguido y cuando acababa de colocar el bolígrafo para estampar mi firma, escuché que a mi lado, alguien me decía en un español dramáticamente pronunciado, las siguientes palabras, que dieron inicio a aquel conflicto de nunca acabar.

-Para inglés, presione uno.-

Yo podía entender, que estábamos en el área de pasajeros (aunque de pasajeros estuviera vacía), podía entender que dada la posición que el indeseable sujeto ocupaba en la compañía, quisiera posar del típico 'hago cumplir las reglas', y podía entender mil cosas más que hubieran justificado el objeto de su comentario, pero lo que no podía entender, ni tolerar, era que escogiera hablarme en una pobre imitación de mi idioma, para ilustrar que nos entendía y que además hubiera escogido aquella frase tan idiota, como para subrayar una ofensa en nuestra propia lengua. De manera que retiré el bolígrafo del papel y giré mi cabeza al mejor estilo del exorcista, para dedicarle fijamente una mirada quemante con mis ojos color verde oscuro (que suelo delinear para mayor efecto) y que le sostuve por varios segundos, que a ambos se nos hicieron largos, para volver al papel y firmar sin mucha prisa, dándole a entender que su comentario me valía lo mismo que el susurro del oleaje y que en ningún momento me había amedrentado, aunque en sus hombros tuviera las líneas de oficial que quisiera ponerse.

Mientras mi paisano me entregaba mi café ya preparado y yo le devolvía la factura, tuvimos tiempo de sobra los tres latinos para comunicarnos con los ojos y sin mediar palabra nos dijimos uno al otro, 'Maldito idiota'. Tuvo aún fuerzas, el susodicho para pronunciar un 'Gracias' en la misma burda imitación de castellano, que yo respondí con un perfecto 'De nada', pero sin dedicarle esta vez, mirada alguna y me retiré del lugar sin detenerme si quiera a mirar atrás por un segundo.

La situación se me antojó intolerable pero aún así decidí olvidarla, más por el hecho de que el susodicho en cuestión gustaba de llamar la atención y ser el centro de los hechos. Por lo tanto y con tal de no darle el gusto, no le dí más importancia a lo sucedido, hasta que dos semanas después mientras atracábamos en la misma isla, la pelea que había iniciado con un cruce de miradas, dio continuidad y esta vez con lo verbal.

Aquel día me habían enviado a cubrir uno de los servicios para pasajeros, que brindamos afuera del barco, directamente en el muelle, y desde que estábamos en el gangway, aguardando por la maniobra de atraque, divisé al otro lado de la estancia, al prospecto frustrado de hispanohablante, que tras sus gafas de sol me tenía sin duda clavada la mirada. Es de esos momentos en que sabes que alguien va a buscarte para iniciar un conflicto, y como ya habrán podido deducir ustedes a través de mis entradas, soy y he sido siempre malcriada, de manera que me preparé internamente para lo que pudiera venir.

El barco atracó y cuando nos dispusimos a bajar los insumos para brindar el servicio, inició la odisea de aquel día. Cuando un barco está en puerto, debe bajar unas ramplas, para poder facilitar el descenso de los pasajeros a tierra, por lógica las ramplas se encuentran bastante inclinadas y los suministros que se bajan del barco, se transportan a través de unos carros bastante grandes con ruedas, puesto que se transportan en gran cantidad. Me dispuse entonces, a bajar uno de los carros y al iniciar el descenso por la rampla del gangway, la fuerza de gravedad y el mismo peso del carro me hizcieron correr un poco y en un momento en que crucé la mirada con uno de mis compañeros, nos reímos ante lo cómico de correr en bajada, arrastrada por el peso del carro. Y aquel fue el momento en que el susodicho personaje, procedió a gritarme (esta vez en inglés), delante de todo el mundo.

-¡Ey! no juegues.-

Como me encontraba ocupada, bajando el carro a tierra, no respondí de manera inmediata, además que la distancia me obligaba a gritar y rebajarme a su nivel para ser escuchada, por lo que aguardé a tocar tierra con el carro, para responderle en inglés también.

-No estoy jugando, el carro es pesado para mi.-

Y me apresté a seguir caminando mientras empujaba el carro sin mucha prisa y ya en terreno plano, cuando sentí sus pasos tras de mi. No aceleré, ni reduje la marcha, me mantuve esperando por lo que pudiera venir y no se hizo esperar. Poniendo una mano e irguiéndose frente a mi en todo lo que su europea estatura le permitía, puso una de sus manos sobre mi carro frenándolo, y removiéndose los lentes de sol, me dijo con calma, pero algo de enojo.

-Natasha...- (admito que me quedé sorprendida de que supiera mi nombre, teniendo en cuenta que era una más, entre tantos que ocupaban mi misma posición, y teniendo en cuenta la suya) - Si el carro es pesado para ti, me lo haces saber, y te envío ayuda.-

-Gracias...- Le respondí poniendo mi más melodiosa voz y mi más brillante sonrisa, para un segundo después, decirle lapidariamente. - Pero podrías decírmelo desde el principio y no gritarme frente a todo el mundo, yo no estoy jugando.-

-Nathasha, deja de hablar y escúchame.-

-¡No! escúchame tú a mi, deja de perseguirme todo el tiempo, es la segunda vez que lo haces.-

Las palabras me salieron a borbotones, casi sin yo poder controlarlo, estaba allí parada, frente a un oficial, con un montón de líneas en sus hombros, que destacaba por hacerse temer por supervisores y personas de mucha, mucha mayor posición que yo, mientras lo había puesto en su sitio, con el adicional de ser mujer y latina. El sujeto, estaba al parecer más sorprendido que yo, pues acostumbrado como estaba a que todos agacharan la cabeza y respondieran 'si señor' 'disculpe señor' y 'permiso señor', parecía que sus oídos no daban crédito a lo que acababan de escuchar y por consiguiente, movía los labios sin conseguir articular palabra. Cuando por fin logró controlar la coherencia de sus pensamientos y su voz, simplemente me dijo:

-Gracias, linda conversación.-

A lo que yo respondí:

-Definitivamente, linda conversación.-

Gracias a que en aquel entonces tenía un jefe de esos a los que quieres darle el título a jefe del año (y que aunque les sorprenda un montón, era caribe), la situación no pasó a mayores, porque el personaje en cuestión lo llamó a su oficina y le soltó una perorata de quejas sobre mi comportamiento altisonante y poco dado a la seguridad. Aquel caribe elegante, parecía conocer de sobra al europeo y sin muchos preámbulos, pero con mucho tacto, le dijo que la situación era hilarante y que él nada podía hacer al respecto.

Algunos días después y mientras trabajaba en mi área habitual dentro del barco, sentí de repente la sensación de que alguien me miraba fijamente, y cuál sería mi sorpresa, cuando ocho pisos más arriba el sujeto me miraba fijamente para variar, tras sus lentes de sol, sin dejar de vigilarme ni por un sólo segundo; él supo que yo lo había visto, porque diez minutos después bajó los ocho pisos que nos separaban y dando un recorrido rápido por mi área  desapareció, no sin antes proferir un saludo festivo, como si fuéramos los más íntimos amigos.

La situación entonces se transformó, y ya fuera porque entendió que yo no me quedaría callada ante sus particulares llamados de atención y no quería enfrentarse a mi carácter, o porque nunca encontraría el apoyo de mi jefe si quería perjudircarme, pero lo cierto es que se dejaba caer por los lugares que sabía que yo frecuentaba y por dónde antes nunca dejaba verse. Un día quedó sin palabras, cuando tras encontrarnos en un corredor me dijo, sin poder controlarse.

-No te vi en el gangway esta mañana.-

Yo sin poder evitarlo, sonreí y respondí con toda la desfachatez del mundo.

-No, ¿por qué? ¿Acaso me has extrañado?-

Entendí que tenía la situación a mi favor, pero entendí también que me había involucrado con el orgullo y la tiranía de alguien que está acostumbrado a ser obedecido sin quejas. Lamentablemente, esa no soy yo y sé que como dice el adagio: 'en guerra larga, hay desquite', aunque nunca se me olvida, que aunque David fue pequeño, sólo necesitó de su inteligencia y audacia, para poder vencer a Goliat y afortunadamente, me sobran las dos.


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